sábado, 29 de septiembre de 2012

Casa Tomada


“Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.” (1951, Bestiario, Casa tomada, Julio Cortázar)

Colegio Fernando Fader
Si Buenos Aires realmente es una ciudad limpia -Cortázar lo explica de manera muy fácil- se debe a sus habitantes; quienes se dedican a desempolvar los viejos muebles que vuelven constantemente a llenarse de tierra. Esta vez le toca a los estudiantes de la Ciudad de Buenos Aires sacar la tierra de esos muebles viejos y en pleno deterioro que insistimos en llamar colegios.

La descentralización de la educación pública de los años 90 obligó a cada distrito a distribuir recursos y hacerse cargo de sus escuelas. A partir de ese momento los gobiernos de turno se limitaron a  tirar tierra encima de la educación, como a un cuerpo al que se quiere esconder  y al que solo sus propios ocupantes, periódicamente, intentan desempolvar. Pero como el autor del cuento relata, “el polvo se suspende en el aire”, siempre dispuesto a volver a caer sobre los edificios, en forma de recortes de presupuesto, obras incompletas, promesas incumplidas y cambios de currícula.

Hoy los estudiantes, padres, docentes y defensores de la educación pública han sacado a relucir los plumeros porque ya están cansados de que siempre vuele el polvo, que siempre se les tire tierra, que siempre tengan que limpiar ellos. Hoy luchan por un derecho de todos y una obligación del Estado: la educación pública, gratuita y de calidad. La misma que nuestros dirigentes se encargan sistemáticamente de boicotear y en consecuencia, girar hacia lo privado.

La toma no tiene como fin subir sueldos, arreglar edificios, pedir presupuesto o tantos otros reclamos que serian igual de válidos; ni siquiera tiene como fin perder días de clase o “voltear” dirigentes y políticos (como muchos medios quieren hacernos creer… No se sienta ofendido Sr. Feinmann). La toma tiene como objetivo  ser escuchados,  participar de las discusiones sobre su propio futuro educativo, sus materias, sus títulos, sus horarios y talleres. Los cambios inconsultos que se quieren imponer desde el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires tienen una gran falta: no consideran a los estudiantes que pretenden regular.

Visto de otro modo, ¿Son los estudiantes los que toman los colegios? ¿O son los mismos dirigentes quienes tienen tomada la educación a partir de las decisiones que imparten desde sus escritorios? ¿Qué mejor manera de tener cautiva la educación que a través de un marco que regula en detrimento del mismo sistema?
A continuación pueden escuchar lo que no salió al aire por falta de tiempo de la charla que tuvimos con Sofía Devita, estudiante de la Escuela Técnica Fernando Fader, quien esta acostumbrada a sacar tierra y polvo de su propio colegio, porque lo entiende como tal…propio.

Leo Galván 


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